Conducir con sueño no es solo cansancio. Es una alteración del estado de alerta que compromete tu capacidad de manejar, incluso si sentís que "podés seguir un poco más". La somnolencia está detrás de entre el 10% y el 20% de los siniestros viales, según estudios internacionales.
Aunque no siempre se note, la somnolencia al manejar deteriora funciones clave para la conducción segura. El cerebro procesa más lento, los reflejos tardan más en activarse y la toma de decisiones se vuelve errática.
Además, el cuerpo empieza a fallar: perdemos precisión en los movimientos, la vista se fatiga y los músculos se relajan.
Un conductor somnoliento no reacciona igual frente a una frenada brusca o un imprevisto. Puede confundirse, frenar tarde o directamente no ver el peligro.