Los medios tradicionales y formales, dígase periódicos y empresas de radio y televisión enfocadas en la difusión de noticias, han sido por años, en conjunto, los pilares que sostienen la libertad de prensa en el mundo.
Forman una capa de acero en el ecosistema de la información y de la crítica muchas veces amenazada con ser perforada por la censura, por leyes restrictivas o por la supresión de medios en regímenes dictatoriales o sus sucedáneos, las “democracias” desnaturalizadas, que no admiten libertades plenas de ningún género.
Si esta columna vertebral se resquebraja o se derrumba finalmente al descomponerse el conjunto en un proceso de tránsito hacia el espacio digital multimediatico, que ahora echa raíces en el planeta, el concepto de la libertad de prensa, basado en la libre e independiente operación de estos medios tradicionales, podría colapsar.
Las leyes o regulaciones que han servido de marco al ejercicio fehaciente y consciente de la libertad de prensa, no han traspasado en sentido general los límites que puedan conducirla a su exterminio, salvo en los casos en que la truculencia de las dictaduras la mata abruptamente.
El otro universo o espacio que queda libre para el ejercicio de un periodismo independiente, exento de ataduras ideológicas y subordinaciones al poder, es el ecosistema digital, que tiene desde su origen un perfil más cercano al de un canal derivador de opiniones, inquietudes y desahogos de todos los individuos, con excepción de los diarios digitales que siguen los patrones de calidad, veracidad y confiabilidad del periodismo profesional.
Pero la propia atomización de ese ecosistema, aunque sea su más formidable ventaja, lo hace distanciarse sutilmente del paradigma clásico, la prensa, sobre el cual la libertad de informar y orientar de manera profesional cobra valor y fundamento como herramienta clave de las democracias.
Para el más lego, libertad de prensa es un concepto vinculado o aplicado al ámbito de los medios tradicionales de comunicación, de la misma manera que existen otras libertades aplicables a los derechos naturales del hombre, como el del tránsito, la vida, el trabajo, la salud, la educación, la asociación, etc.
Todos, al final, son vinculantes en la configuración de una sociedad moderna y progresista. Suprimir o debilitar uno de ellos, significa un grave atentado al Estado de Derecho.
No me imagino en qué nivel de desuso pudiera caer la libertad de prensa, tal cual la hemos disfrutado y apreciado, a la hora en que los paradigmas en que ella se ha sustentado desaparezcan como tales en el futuro, ahora incierto, de dichos medios tradicionales.
Nuestra obligación es mantenerla viva y robusta, para que muera jamás, sea cual sea el escenario donde ella deba brillar con toda majestad.