No quiero ser moralista
ni más sagrado que un santo. Sin embargo, me mueve a preocupación cómo un
sector social se ha convertido en adorador de catástrofes, personas que al
poder acceder a estos medios sin haber estudiado para ello, se creen con la
libertad de jugar con las informaciones, y en nombre de ese tal derecho
publican todo tipo de tragedias y calamidades para llamar la atención y ganar
notoriedad con las desgracias ajenas.
Por eso, vemos publicadas inmensidad de personas enfermas, discapacitadas, con
deformaciones congénitas, accidentes, crímenes y otras situaciones en las que
no hay intención de ayudar; sino, en rendirle culto a la despiadada insensatez
y el irrespeto por el dolor de los demás que en este tiempo se ha extremado.
Así es que muchos le dan a compartir a situaciones e imágenes subidas a las
redes por enfermos mentales, que lejos de causar compasión de personas buenas,
se ha ido convirtiendo en un abanico de morbosidad. Esta modalidad encaja muy
bien en una alteración del comportamiento humano. "La Necrofilia ", por
ejemplo. Etc...
Reconozco
que muchos son sorprendidos en su buena fe por desconocimiento y son pecadores
inconscientes de estas barbaries; pero se debe tener en cuenta que los que más
usan las redes son: los vagos, los sin oficios, los buenos para nada, los
aberrados, los adictos, los trapaceros y los insensibles que gracias a las
habilidades que poseen para manejar los últimos adelantos y desarrollo de la
tecnología, manipulan a su antojo a a veces, bien intencionadas personas.
No
debe perderse de vista que estos pueden ser montajes y que además permea todas
la áreas incluyendo la religiosa. No olvide que de buenas intenciones está
plagado el camino del infierno. Por tanto ni siquiera en los mensajes
religiosos que muchas veces son apocalípticos puede llenarnos de ceguera
mental. Igual que otras personas, no estoy de acuerdo que se publiquen por el
medio este tipo de cosas y mucho menos que usted se deje arrastrar por la
emoción y un mundo utópico. Se debe ser cauto y no seguir las huellas de
laberintos, más bien de caminos que conduzcan a la paz. Tiene derechos pero
debe observar los deberes.