viernes, 27 de noviembre de 2015

Se debe ser cauto

Por Efraín Ortega

No quiero ser moralista ni más sagrado que un santo. Sin embargo, me mueve a preocupación cómo un sector social se ha convertido en adorador de catástrofes, personas que al poder acceder a estos medios sin haber estudiado para ello, se creen con la libertad de jugar con las informaciones, y en nombre de ese tal derecho publican todo tipo de tragedias y calamidades para llamar la atención y ganar notoriedad con las desgracias ajenas. 

Por eso, vemos publicadas inmensidad de personas enfermas, discapacitadas, con deformaciones congénitas, accidentes, crímenes y otras situaciones en las que no hay intención de ayudar; sino, en rendirle culto a la despiadada insensatez y el irrespeto por el dolor de los demás que en este tiempo se ha extremado. Así es que muchos le dan a compartir a situaciones e imágenes subidas a las redes por enfermos mentales, que lejos de causar compasión de personas buenas, se ha ido convirtiendo en un abanico de morbosidad. Esta modalidad encaja muy bien en una alteración del comportamiento humano. "La Necrofilia", por ejemplo. Etc... 

Reconozco que muchos son sorprendidos en su buena fe por desconocimiento y son pecadores inconscientes de estas barbaries; pero se debe tener en cuenta que los que más usan las redes son: los vagos, los sin oficios, los buenos para nada, los aberrados, los adictos, los trapaceros y los insensibles que gracias a las habilidades que poseen para manejar los últimos adelantos y desarrollo de la tecnología, manipulan a su antojo a a veces, bien intencionadas personas. 

No debe perderse de vista que estos pueden ser montajes y que además permea todas la áreas incluyendo la religiosa. No olvide que de buenas intenciones está plagado el camino del infierno. Por tanto ni siquiera en los mensajes religiosos que muchas veces son apocalípticos puede llenarnos de ceguera mental. Igual que otras personas, no estoy de acuerdo que se publiquen por el medio este tipo de cosas y mucho menos que usted se deje arrastrar por la emoción y un mundo utópico. Se debe ser cauto y no seguir las huellas de laberintos, más bien de caminos que conduzcan a la paz. Tiene derechos pero debe observar los deberes.