miércoles, 10 de abril de 2019

Pensando en voz alta



Por Antonio Fernández Acevedo

Hay males que nos envuelven por nosotros no tener una persona que le duelan los demás, la pobreza no es causa de que la gente no trabaja sino que no encuentra ese trabajo que sea digno. La falta de una justicia que sea real y no selectiva, a cada momento en nuestro país se ventila casos iguales, se ve que lo condenan de forma diferente, dependiendo su afiliación política o su posición económica.

Los niños, niñas y adolescentes no tienen quien lo proteja, si hablamos de la familia éstas no disponen de los recursos y los que tienen los recursos quizás no se preocupen por hacerlo.

La desigualdad que existe en los salarios, esa brecha es tan grande que no puede ser justo ante la presencia de Dios si es que lo dejan que vea lo que está pasando con la diferencia entre los sueldos, no puede ser justo que una persona gane 5 mil pesos al mes, mientras otro gane más de un millón.


No cabe en la cabeza de nadie que un funcionario en tan sólo 4 años que andaba descalzo por no decir en chancleta sea hoy multimillonario, y que no exista quién le reclama de dónde diablos ha producido tanto dinero, si su sueldo no le da para poder cubrir sus gastos.
Por eso es que en estos tiempos la gente prefiere que los elijan por el cambio de posición que se da entre los políticos.

La gente es tan descarada que recibe un seguro de salud y éste no le suple las necesidades al momento de caer enfermo, mientras las aseguradoras cobran y las autoridades son cómplices de los atracos que cometen, un asegurado dizque tiene derecho a unos tantos miles de pesos en medicina al año, pero es en los papeles; la mayoría de recetas no la cubren y nadie dice nada.

Y pensar que en las clínicas cobran por las consultas diferencias en efectivo que no se corresponden con los honorarios de los médicos y los que tienen que ver con regularizar esta situación no hacen nada.

Usted va a los hospitales y están llenas de haitianos consumiéndonos los medicamentos a los dominicanos, sin ellos aportar nada, esos nacionales indocumentados nos están invadiendo ya que dicen que este país es de ellos y para las autoridades es como si fuera un juego, ojalá que no sea demasiado tarde cuando quieran abrir los ojos.

Los pensionados y jubilados no son tratados con dignidad, el Gobierno pudiera cada año aumentar los sueldos de estas personas según las variaciones del alto costo de la vida.

Son catalogados de buenos administradores cuando son capaces de vender  y regalar las empresas del Estado, de mantener la nómina pública alterada con personas que no desempeñan ninguna función al menos que no sea la de ir cada mes al cajero a retirar.

Son buenos administradores cuando para construir una obra tiene que ser a base a préstamos, nos tienen hipotecados, y siendo así no se paran de aprobar préstamos.

Nuestro país es rico en todo, la reserva nuestra es impredecible, tenemos oro, petróleo y cuantas cosas más que si son explotadas por los que nos están gobernando ni se imaginen lo que pasaría.

Cuántas tierras baldías existe, no se vayan muy lejos, ahí están los terrenos del Consejo Estatal de Azúcar, qué están haciendo con ellas, porque no se le da a los campesinos para que la pongan a producir, eso sí con la advertencia que no la pueden vender ni cambiar.

A quiénes les dan las viviendas cuando son construidas por el Gobierno, conozco a personas que aun teniendo su casa le dan otra, dejando así a muchos que no la tienen.
Esas tierras poniéndolas a producir pueden suplir los mercados del Cibao de productos agrícolas y de hortalizas.

Consideran ustedes que un solo partido puede administrar todos los estamentos del Estado en perjuicio de la mayoría, que un grupito decida y la mayoría como borregos les celebremos sus chistes, nos conformamos con verlo viviendo una vida de príncipe, mientras la mayoría nos morimos de hambre.

Que nos compran la conciencia por un día para luego pasar cuatro años lamentándonos.

Recuerdo que en mi infancia los llamados comunistas iban a las casas de los campesinos alertándolos de lo que podría suceder si nos quitábamos el yugo de encima, y en vez de llevarnos de esos consejos, los que hacían era denunciarlos, o sea que los que nos querían hacer un bien se lo pagábamos con un mal.