Ante el más mínimo acontecimiento en la UASD se mete la Policía , y hasta Luis El
Gallo, aunque violenten el fuero universitario.
Pero ante el caos protagonizado por los paleros
seguidores de Leonel Fernández en la avenida Tiradentes el pasado 5 de
noviembre, la actitud de la
Policía fue de flagrante complicidad, como testimonian las
imágenes fotográficas y videográficas de múltiples medios de comunicación
electrónica y de contados impresos.
La jefatura de la Policía parece carecer de
boca para hablar, o que estuvo intervenida durante horas por un dentista. Su
discurso contra la delincuencia fue de “cero hit, cero carrera y cero error”.
Pero lo del Palacio fue peor. Su vocería exhibió un zipper de cierre doble de
punta a punta. Ese silencio es de extrema gravedad debido a lo que entraña,
aunque el inquilino anduviera brincando en ríos lejanos.
Basta con citar los violentos atropellos contra
comunicadores y medios de comunicación; contra la libertad de tránsito y los
atropellos a la libertad de pensamiento.
Un acontecimiento histórico protagonizado por
seguidores del expresidente de la
República y presidente del partido de gobierno a escasas
cuadras del Palacio Nacional, sería un absurdo pensar que no fuera objeto de un
monitoreo minuto a minuto por los cerebros del Gobierno.
Hay varias especulaciones e interpretaciones de
la actitud del presidente Medina, con cuyo silencio dijo muchísimo.
Unos dicen que Medina prefirió que Leonel
pagara un alto precio político por el tours violento de sus seguidores,
mientras el interés del Presidente ganaba adhesiones contra Félix Bautista.
Leonel quiso recuperar el terreno perdido tras
fracasar en Nueva York, cuando le dijeron de todo. Un silencio cómplice matiza
la actitud del Palacio ante el caos, el desorden y el escándalo público de los
paleros de Leonel.
Juzgue el lector si el gobierno se respeta a sí
mismo y respeta a la ciudadanía.