Queridos amigos y amigas lectores de El Ranchero, después de
un tiempo de ausencia de escribir en este importante medio, pido excusas y a la
vez hago formal reinicio de ella con este importantísimo tema “Encuentro con el
Señor Jesucristo”.
No podemos ser discípulos del Señor si no nos hemos encontrado
con Él y si no le conocemos. Por eso, para el seguimiento de Jesucristo es
imprescindible reconocerlo en los lugares de encuentro que Él nos señala. En ellos
reconocemos su presencia viva y real de diversas maneras.
En los pobres, los marginados y excluidos, encontramos a Jesús
de un modo especial en la persona de los pobres y marginados de nuestra
sociedad (Ver Mateo 25,37-40). “!El pobre es Cristo!” Y por eso, nuestra opción
sincera por Cristo es necesariamente opción preferencial a atender a sus
preferidos, porque los rostros sufrientes de Cristo (Ver Documento de Santo
Domingo, 178). La adhesión a Jesucristo “es la que nos hace amigos de los
pobres y solidarios con su destino” 8Documento de Aparecida, DA 257).
En nuestra Iglesia debemos ofrecer a todos nuestros fieles
un “encuentro personal con Jesucristo”, una experiencia religiosa profunda e
intensa, un anuncio kerigmático y el testimonio personal de los
evangelizadores, que lleve a una conversión personal y a un cambio de vida
integral.
Se ha de descubrir el sentido más hondo de la Verdad y se ha de propiciar
el encuentro con Cristo que da origen a la iniciación cristiana. Este encuentro
debe renovarse constantemente por el testimonio personal, el anuncio del
kerygma y la acción misionera de la comunidad.
El kerygma no sólo es una etapa, sino el hilo conductor de
un proceso que culmina en la madurez del discípulo de Jesucristo. Sin el
kerygma, los demás aspectos de este proceso están condenados a la esterilidad,
sin corazones verdaderamente convertidos y convencidos al Señor. Por eso la Iglesia ha de tenerlo
presente en todas sus acciones.
El encuentro con Cristo, gracias a la acción invisible del
Espíritu Santo, se realiza en la fe recibida y vivida en la Iglesia. Con las palabras del
Papa Benedicto XVI repetimos con certeza: “!La Iglesia es nuestra casa! ¡Esta
es nuestra casa! En la Iglesia
tenemos todo lo que es bueno y verdadero, lo que es motivo de seguridad y de
consuelo. Porque es el mismo Cristo que la asiste, la guía por medio de su
Santo Espíritu. ¡Quien acepta a Cristo: Camino, Verdad y Vida, en su totalidad,
tiene garantizada la paz y la felicidad en esta vida y en la otra vida eterna.