sábado, 9 de agosto de 2014

Encuentro con el Señor Jesucristo

Por el Padre Santiago Rodríguez

Queridos amigos y amigas lectores de El Ranchero, después de un tiempo de ausencia de escribir en este importante medio, pido excusas y a la vez hago formal reinicio de ella con este importantísimo tema “Encuentro con el Señor Jesucristo”.

No podemos ser discípulos del Señor si no nos hemos encontrado con Él y si no le conocemos. Por eso, para el seguimiento de Jesucristo es imprescindible reconocerlo en los lugares de encuentro que Él nos señala. En ellos reconocemos su presencia viva y real de diversas maneras.

En los pobres, los marginados y excluidos, encontramos a Jesús de un modo especial en la persona de los pobres y marginados de nuestra sociedad (Ver Mateo 25,37-40). “!El pobre es Cristo!” Y por eso, nuestra opción sincera por Cristo es necesariamente opción preferencial a atender a sus preferidos, porque los rostros sufrientes de Cristo (Ver Documento de Santo Domingo, 178). La adhesión a Jesucristo “es la que nos hace amigos de los pobres y solidarios con su destino” 8Documento de Aparecida, DA 257).


En nuestra Iglesia debemos ofrecer a todos nuestros fieles un “encuentro personal con Jesucristo”, una experiencia religiosa profunda e intensa, un anuncio kerigmático y el testimonio personal de los evangelizadores, que lleve a una conversión personal y a un cambio de vida integral.

Se ha de descubrir el sentido más hondo de la Verdad y se ha de propiciar el encuentro con Cristo que da origen a la iniciación cristiana. Este encuentro debe renovarse constantemente por el testimonio personal, el anuncio del kerygma y la acción misionera de la comunidad.

El kerygma no sólo es una etapa, sino el hilo conductor de un proceso que culmina en la madurez del discípulo de Jesucristo. Sin el kerygma, los demás aspectos de este proceso están condenados a la esterilidad, sin corazones verdaderamente convertidos y convencidos al Señor. Por eso la Iglesia ha de tenerlo presente en todas sus acciones.


El encuentro con Cristo, gracias a la acción invisible del Espíritu Santo, se realiza en la fe recibida y vivida en la Iglesia. Con las palabras del Papa Benedicto XVI repetimos con certeza: “!La Iglesia es nuestra casa! ¡Esta es nuestra casa! En la Iglesia tenemos todo lo que es bueno y verdadero, lo que es motivo de seguridad y de consuelo. Porque es el mismo Cristo que la asiste, la guía por medio de su Santo Espíritu. ¡Quien acepta a Cristo: Camino, Verdad y Vida, en su totalidad, tiene garantizada la paz y la felicidad en esta vida y en la otra vida eterna.