miércoles, 2 de abril de 2014

Sinceridad y Lealtad

Lic. Eddy Arias Gómez
Por: Eddy Arias Gómez.- Para el mantenimiento humanizado de la convivencia social son apoyos básicos, además de la Justicia y la caridad, la verdad y la lealtad en la comunicación con el prójimo.

Muy correlacionado con el derecho a la verdad está el derecho a la cultura, en virtud de la cual los ciudadanos pueden integrarse responsablemente al dinamismo social.

Estos son los horizontes a los que se abre este imperativo de la Ley de Dios: “No dirás falsos testimonio ni mentira”.

El don de la palabra, facultad de comunicación específicamente humana, está destinado por Dios a ser instrumento de la verdad.

Precepto del viejo decálogo es esta la norma “No difundamos rumores falsos”. La mentira consiste en afirmar lo contrario a lo que se piensa o lo contrario de lo que en realidad es, con la intención de inducir a los otros a error. Su actitud pecaminosa se incrementa, cuando además la mentira se propaga con la intención de causar perjuicio al prójimo. 

En todo caso, la mentira deshumaniza las relaciones entre las personas, altera el dinamismo de la inteligencia humana, despojándola de su atribución más propia y noble, que es el conocimiento de la verdad. La actitud mentirosa adquiere proporciones diabólicas cuando va unida a un espíritu de contradicción y oposición al conocimiento de la verdad como el de los Fariseos frente a Jesucristo acusándolo ante Pilato.

La exigencia de servir a la verdad se proyecta también sobre nuestros comportamientos. 

Sincero es el hombre o mujer que no solamente no dice mentira, sino que también obra sin falsedad. Desde este punto de vista la trasgresión del “Orden a la verdad” es la hipocresía. Los hipócritas hacen lo contrario de lo que sienten en su corazón, o bien, actúan sin que exista correspondencia entre sus convicciones interiores y sus comportamientos externos. 

Las palabras más duras de Cristo fueron para los ricos y para los hipócritas “Son sepulcros blanqueados”