
“Mi vida no es igual sin mi hija menor. A pesar de que era
una niña enferma, porque tenía falcemia, nunca su padre ni yo nos sentimos
cansados de atenderla. Siempre hemos asumido que primero están nuestros cinco
hijos, que son por los que hemos luchado y vivido desde que están en nuestras
vidas”, relató Felipa con la mirada perdida.
Entre llantos que la obligaban a hacer pausas largas para
pronunciar cada palabra, expresó que la vida se le ha tornado demasiado difícil
desde la desaparición de su hija, “porque no es lo mismo uno ver a un pariente
morir e ir a darle sepultura, que cuando alguien desaparece así, que uno no
sabe ni en qué condición fue, ni cómo está ni nada, es mucho más difícil”.
“Nosotros siempre hemos sido personas de bien. Tenemos
amistades buenas. Aquí nos conocen, aunque pueden decir que no conocen a todos
mis hijos, porque ellos casi no salen, ellos no viven en la calle. Nosotros
siempre hemos estado involucrados con los munícipes de aquí. Siempre hemos
estado ayudando. Nunca vamos a entender por qué nos hicieron esto”, dice.
Revela que su familia es cristiana, y que se han dedicado a
ayudar a quien lo necesite, siempre y cuando esté dentro de sus posibilidades,
“pero estamos conscientes que no todo el mundo es así”.
“Todavía se ve que hay personas que saben cualquier cosa y
no lo dicen porque no es su problema; pero para que el mundo sea mundo tiene
que pasar de todo”, dice.
Cabizbaja expresa que la situación ha sido difícil. “Yo no
te la podría describir, porque toda mi vida ha cambiado. No soy la
misma”.