A ustedes y a mí que tuvimos unos padres, pobres pero honorables, que hasta les juramos que los respetaríamos hasta después de muertos. ¿Les hemos fallado o no?
Nos decían: No robe, no ande con ladrones y sinvergüenzas, no jure en vano, no apoye lo mal hecho, no engañe, no se burle del infeliz, no niegue un vaso con agua, pague sus deudas o suplique por ellas, comparta su comida, cuide lo ajeno más que lo suyo, no me haga pasar vergüenza delante de la gente, no falte a su palabra, el trabajo dignifica, lo mal habido se lo lleva el río, cuide los árboles y los animales y dígame con quién anda y le diré quién es, no diga mentiras, lo que se dice, o es, o quiere ser, lave sus trapitos en casa, no venda su cuerpo, no caiga preso por ladrón, el que se roba un peso se roba un millón, no cargue con culpa de otro, no garantice al falsante, no coma en casa del ladrón, no se haga ni ciego, ni sordo, ni loco ante la realidad, respalde con los hechos lo que dice con la boca, no defienda lo indefendible, no traicione, no sea ingrato, no justifique sus malas acciones por la perversidad de los demás y tenga temor de Dios.
¿Les está cumpliendo, o los valores son otros?