Sin lugar a dudas, que desde que conocemos a nuevas personas ensanchamos los
pliegues de nuestro corazón y ahí sin saber cómo también los alojamos y poco a
poco esos comenzarán a formar parte de nuestra modesta existencia; pueden esos
seres formar parte de nuestra confidencia muy personales y podemos recibir
afectos, apoyo y hasta un confuso sentimiento de empatía e identificación con
nuestra causa. Muchos de nosotros los hemos llegado a considerar en determinado
momento como nuestros amigos, pero que infausta sorpresa cuando por una
legítima libertad y derecho ineludible de ese o esos seres se atraviesa el
comején de los intereses, estos que con razón o no, los eleva hasta alturas
jamás soñadas, contando con que los premios son escasos hasta en las apuestas de
loterías. Entonces, para nuestra desdicha y sin lograr entender el por qué,
comenzamos a descubrir aspectos irracionales en esas personas. Nos enteramos de
sus flaquezas y debilidades jamás conocidas.
No encontramos formas lógicas para hacerles entender que como eran antes nos agradaban mas y que eran mejores personas, que nos sentíamos a gusto con ellos desde la génesis de nuestra amistad y comparamos el comportamiento inicial con lo recién descubierto y entonces empezamos a clamar a grito desde nuestra impotencia a que la vida nos los devuelva tal como los conocimos. !Qué utopía!, se nos olvida que ellos fueron siempre así, que lo único que cambió fue el escenario, la oportunidad para arrostrar la perversidad que estuvo latente en su componente de vida." Solo son honrados hasta que no les ponemos algo de valor en la mano" Tristemente nos ha pasado en mayor o menor grado, de cualquier forma sean responsables directos o no, dice un dicho popular que quien calla otorga y que los cómplices de corrupción no importa la cantidad ni la calidad en la materia son iguales de perversos. Una vez mas la fe queda en entredicho porque ¿Cómo se nos caen los santos de los altares?