En consonancia con los artículos anteriores de temas de la
bioéticas, recordemos que por procreación se entiende aquel comportamiento
humano que pone las condiciones biológicas necesarias para posibilitar la
concepción de un nuevo ser humano. Ese término se contrapone a producción
(fabricación o transformación de una cosa) y a reproducción (fabricación o generación
de un ejemplar idéntico o de una copia). Clonación.
La persona no es ni una cosa ni una simple copia
representativa de su especie: cada individuo humano es un ser único,
irrepetible e insustituible. La procreación obedece a una lógica proporcionada
a la persona, como es la lógica de la benevolencia (querer gratuitamente el bien
para otro), la lógica de la donación incondicionada. Producción y reproducción
tienen también su lógica, pero no es la de la benevolencia; es la lógica de la
productividad, la de obtener resultados satisfactorios para quien la pone por
obra (aunque no sólo para él).
Las técnicas usadas por la Procreación Médicamente Asistida
(PMA) que contemplan la fecundación in vitro con sucesiva
transferencia del embrión en un útero (FIVET) se colocan en la lógica de la
productividad, que incluye una obligada política de control de calidad para descartar
los productos defectuosos. De hecho la evolución de la Fivet , desde sus inicios en 1978,
siempre ha perseguido el mejor producto posible de acuerdo con los estándares
en uso y el deseo de los clientes. De ahí el empleo simultáneo de varios
embriones, la introducción de la inyección intracitoplasmática del espermatozoo
en el óvulo, el diagnóstico preimplatatorio, la reducción embrionaria, etc.
Es muy difícil que lo que no
procede de la benevolencia, incluido el ser humano, sea
querido en sí mismo y por sí mismo.
Tanto la lógica instrumental de la Fivet , como algunas de sus
consecuencias colaterales (en particular, las
manipulaciones y pérdidas de
embriones) autorizan por sí solas un juicio moral coherentemente
negativo. Sin embargo, como expresamente señala la Donum vitae, tampoco el
“caso simple” (que teóricamente debería evitar esos inconvenientes operando con
un solo embrión) merece una valoración diferente.
¿Por qué? Porque esas técnicas en sí mismas vulneran
el ordo naturae, (orden natural) desde el momento en que no parece
razonable que un ser humano sea causado, sea puesto en el ser, en
virtud de un procedimiento técnico, ni tampoco parece razonable que dos esposos,
imposibilitados de generar un hijo, elijan asumir un papel pasivo o de simple
causa material de un proceso biotecnológico que es el que efectivamente pone
las condiciones necesarias para la concepción del hijo.
Dicho de otro modo, en la procreación humana la lógica
técnica destruye la lógica de la benevolencia; en realidad, los esposos no
“dan” nada a ese hijo, sólo lo “reciben”, aunque, eso sí, a partir de ese
momento, puedan acogerlo restaurando los lazos de benevolencia esenciales a la
relación paterno-filial.