Por el Doctor José
PérezToda la baba que Blas
hablaba era lanzada, más que nada para intimidar; e importunar; pretendiendo
mostrar, antes que todo, una estatura que ya los tiempos no le permitían a Blas
enarbolar.
En tales
circunstancias, lucía improbable, que pudiera Blas asir acariciados objetivos
viejos, con calculadas, antiguas y calamitosas intenciones; no sólo por el
Dicho de que el mentiroso, aunque camine un poco nunca llega lejos, sino
también por el otro uno, mucho más evidente; que aunque parezca que crezca y
crezca, el árbol que crece en un pantano de mentiras, nunca produce
frutos, que por largo tiempo provean a la Sociedad semillas nutritivas.
Pero Blas insistía en
ser persistente, que es una condición, la Persistencia, si no es usada, para
imponer caprichos imprudentes, o insensatas, desastrosas aventuras, se podría
aplaudir en cualquier humano, y hasta ser enseñada como ejemplo.
Sólo que Blas andaba
confundido, convencido en su loca odisea, que el mundo, debía estar repartido
entre unos pocos cuantos, quienes poseerían, de acuerdo a Blas, los privilegios
de imponer los Estatutos, y controlar la vida de los otros tantos.
Transitando a través
de esos infecundos cultivos, causando sinsabores; y en ruta a demostrar que
optaron por quedarse, las promesas cuyas realizaciones nunca arribaron, pues
se quedaron estancadas en el camino; o quizás en realidad jamás partieron, al
ser contenidas por la represa de las deficiencias, desigualdades, y la
indefinición de posibilidades.
Mirando Blas el
panorama de esa manera, él ha escogido caminar hacia su segura perdición, pues
la vertiente, aunque patente, carece de salientes, de que pueda Blas asirse, en
su caída hacia la desaparición.
Es así que
perdido en su quimera, en su espejismo, Blas devanea, al creer que en la
Sociedad humana, es posible resucitar; que es prerrogativa del fuerte maltratar
al débil; Y que se debía ser lo suficientemente Vivo para despojar los bienes
que el otro con esfuerzo, laboriosamente ha conseguido.
Se ha empecinado Blas
en su soberbia, en desconocer que existen mecanismos, que son usados, no sólo
para facilitar el entendimiento, entre las partes, sino también para anular la
ignorante prepotencia, con el debate.
Tratando de evitar de
todos modos, con reticente resistencia las demandas por pacífica convivencia, crean
incertidumbre los desatinos y desaciertos, que Blas genera en su proceder
incierto.
Blas se ha afanado en
hacer creer que él cuenta, con incondicionales creyentes y seguidores, que
ciegamente, y sin pensarlo dos veces, se plegarían a legitimar los horrores, con
que Blas se ha propuesto salpicar el Globo.
Pero los compinches
con quien Blas se rodea, es una élite sólo conocida porque cacarea; su conducta
es de individuos de baja ralea, que tratan de enriquecerse sea como sea.
De aquí que el
futuro de Blas no sea promisorio, ni tenga el Visto Bueno de las mayorías; que
no desean catastróficas barbaridades, prefiriendo que se hable de Paz y de
Soberanía.
Hoy se avizora que
Blas está mortificado viendo el crepúsculo de sus amenazantes días de
maleante; aquellos días en que Blas se las arreglaba para que se le viera como
el Dominante, sucediendo en embaucar los pocos, ilusos cuantos, pero jamás en
mantener engañados, los muchos tantos.
Es indudable que Blas
sospecha ahora, que él no tiene forma de emerger triunfante;
no importa cuán
pedante e intolerante él persiga contener el torrente desbordante; esgrimiendo
de manera impertinente, e insistiendo en arrastrar las gentes, a través del
indeseable pantano pestilente que ya ha sido transitado, pero desechado, porque
asesinó las esperanzas expectantes, y no produjo resultados evidentes.
Hoy, con todos los
caminos bien tapiados, y su decrépito barco navegando a la deriva; sólo
le queda a Blas ladrar desde la lejanía; pero ladridos son, y nada más, el último
recurso que le queda a Blas, en sus finales días de bla, bla, bla.