lunes, 18 de febrero de 2019

Toda la baba que Blas hablaba


Por el Doctor José PérezToda la baba que Blas hablaba era lanzada, más que nada para intimidar; e importunar; pretendiendo mostrar, antes que todo, una estatura que ya los tiempos no le permitían a Blas enarbolar.

En tales circunstancias, lucía improbable, que pudiera Blas asir acariciados objetivos viejos, con calculadas, antiguas y calamitosas intenciones; no sólo por el Dicho de que el mentiroso, aunque camine un poco nunca llega lejos, sino también por el otro uno, mucho más evidente; que aunque parezca que crezca y crezca, el árbol que crece en un pantano de mentiras, nunca produce frutos, que por largo tiempo provean a la Sociedad semillas nutritivas.

Pero Blas insistía en ser persistente, que es una condición, la Persistencia, si no es usada, para imponer caprichos imprudentes, o insensatas, desastrosas aventuras, se podría aplaudir en cualquier humano, y hasta ser enseñada como ejemplo.

Sólo que Blas andaba confundido, convencido en su loca odisea, que el mundo, debía estar repartido entre unos pocos cuantos, quienes poseerían, de acuerdo a Blas, los privilegios de imponer los Estatutos, y controlar la vida de los otros tantos.

Y por más que se tratara de explicarle a Blas, que no, que no era así, que desistiera de su confusión; que él transitaba la incorrecta arista, tratando de subir la montaña que no era; que esa ladera estaba resbaladiza, que quien caía, caía al precipicio; Blas persistía en pensar que sí, que así sí era, que todo lo que brillaba era oro, que el fornido debería ser respetado, y que el mundo era propiedad de los poderosos.

Transitando a través de esos infecundos cultivos, causando sinsabores; y en ruta a demostrar que optaron por quedarse,  las promesas cuyas realizaciones nunca arribaron, pues se quedaron estancadas en el camino; o quizás en realidad jamás partieron, al ser contenidas por la represa de las deficiencias, desigualdades, y la indefinición de posibilidades.

Mirando Blas el panorama de esa manera, él ha escogido caminar hacia su segura perdición, pues la vertiente, aunque patente, carece de salientes, de que pueda Blas asirse, en su caída hacia la desaparición.

Es así que perdido en su quimera, en su espejismo, Blas devanea, al creer que en la Sociedad humana, es posible resucitar; que es prerrogativa del fuerte maltratar al débil; Y que se debía ser lo suficientemente Vivo para despojar los bienes que el otro con esfuerzo, laboriosamente ha conseguido.

Se ha empecinado Blas en su soberbia, en desconocer que existen mecanismos, que son usados, no sólo para facilitar el entendimiento, entre las partes, sino también para anular la ignorante prepotencia, con el debate.

Tratando de evitar de todos modos, con reticente resistencia las demandas por pacífica convivencia, crean incertidumbre los desatinos y desaciertos, que Blas genera en su proceder incierto.

Blas se ha afanado en hacer creer que él cuenta, con incondicionales creyentes y seguidores, que ciegamente, y sin pensarlo dos veces, se plegarían a legitimar los horrores, con que Blas se ha propuesto salpicar el Globo.

Pero los compinches con quien Blas se rodea, es una élite sólo conocida porque cacarea; su conducta es de individuos de baja ralea, que tratan de enriquecerse sea como sea.

De aquí que el futuro de Blas no sea promisorio, ni tenga el Visto Bueno de las mayorías; que no desean catastróficas barbaridades, prefiriendo que se hable de Paz y de Soberanía.

Hoy se avizora que Blas está mortificado viendo el crepúsculo de sus amenazantes días de maleante; aquellos días en que Blas se las arreglaba para que se le viera como el Dominante, sucediendo en embaucar los pocos, ilusos cuantos, pero jamás en mantener engañados, los muchos tantos.

Es indudable que Blas sospecha ahora, que él no tiene forma de emerger triunfante;
no importa cuán pedante e intolerante él persiga contener el torrente desbordante; esgrimiendo de manera impertinente, e insistiendo en arrastrar las gentes, a través del indeseable pantano pestilente que ya ha sido transitado, pero desechado, porque asesinó las esperanzas expectantes, y no produjo resultados evidentes.

Hoy, con todos los caminos bien tapiados,  y su decrépito barco navegando a la deriva; sólo le queda a Blas ladrar desde la lejanía; pero ladridos son, y nada más, el último recurso que le queda a Blas, en sus finales días de bla, bla, bla.