Por Raúl Pérez
(Bacho)
Cada aniversario de las gestas de junio entraña un
compromiso como si fuera el primer acto de homenaje a quienes tienen un sitial
singular en nuestra historia contemporánea.
Esto es así no para imprimirle un carácter fastuoso a la
actividad, sino por la dimensión histórica de la Raza Inmortal y
porque sus ideales están pendientes de materializarse en una sociedad
considerada en retroceso.
Tanto es así que en vez de hablarse de conquistar los
ideales pautados en el programa de los expedicionarios, es más frecuente
escuchar que se debe frenar la involución de valores y rescatar logros
considerados por que se creían “irreversibles”
A los caídos en Maimón, Estero Hondo y Constanza debemos
dimensionarlos a la altura de su sacrificio, sin reducir sus propósitos o
dejarlos como simples enunciados en un papel.
La misión que su memoria reclama está entonces vinculada con
la inaplazable necesidad de cambiar el derrotero de la regresión que acogota
nuestra sociedad.
En tal sentido, no se trata de reacciones individuales, ni
de limitar la causa a un “cumplido” de lealtad patriótica “genérica”.
Debemos aquilatar que la bandera de los sacrificados
en 1959, fue recogida y enarbolada por los innumerables luchadores que
desafiaron el terror trujillista en la clandestinidad y que el significado del
30 de mayo fue abrir una compuerta histórica para continuar la lucha bajo
nuevas coordenadas y metas sociales.
De aquí la importancia de reconocer el extraordinario papel
jugado por la generación dominicana de la década del 60. Implicaría incluso el
debido recuento y las reflexiones necesarias.
En el caso dominicano, esas reflexiones suponen ventilar el
estallido de Abril en su antes y después.
Mientras tanto, quienes valoran con profundidad el
sacrificio de la Raza
Inmortal, no pueden reproducir expresiones como esta: “su
lucha valió pena”.
El pueblo dominicano pagó un precio demasiado alto en vidas
y sacrificios buscando un destino de dignidad y justicia social, mientras la
politiquería y la partidocracia afianzan su incautación del país.
Es totalmente falso que los sueños de la Raza Inmortal se
concreticen en la imperante caricatura de estado de Derecho.