Por: Ingrid Mora Medina.- El día se agota; el cansancio y el reloj les recuerdan que es hora de dormir.
Se abrazan, solo para disfrutar del calor de sus cuerpos.
Ya ha amanecido y cada quien tiene su rutina; se despiden con un beso y un cálido abrazo.
Avanza el día; y le llama solo para saludarle y saber cómo está.
Es hora de volverse a encontrar; se saludan con un beso y un abrazo caluroso.
Transcurre el día, hasta el momento apropiado para la intimidad.
Toca su piel, abrázale. Toca sus manos, acaríciale. Mírale a los ojos con pasión, y susurra a sus oídos: te sigo amando. Besa sus labios, y deja su lengua jugar en tu boca. Desnudan sus cuerpos, y se preparan para disfrutar.
Somete tu mente, enfócate. Toca todo su cuerpo; disfrútalo. Muévete de forma libre y sensual, pues solo están ustedes dos. Bésale y entrégate a la pasión. Ríe, grita, porque es tiempo de recibir y dar.
Momentos como esos son indispensables para un matrimonio de satisfacción mutua y una familia feliz.